Mentiras en el currículum: una amenaza silenciosa para las empresas.
El auge de las falsedades en los currículums y sus consecuencias para las empresas.
Por Gonzalo Paredes, CEO de Verant
Desde hace más de una década ayudo a las empresas a tomar decisiones informadas sobre a quiénes contratan. Una de las conductas que más se repite — y preocupa— es la mentira en los currículums. No me refiero a simples errores de tipeo o fechas mal anotadas, sino a personas que declaran títulos que no tienen, certificaciones inexistentes o cargos y responsabilidades que jamás asumieron. Y aunque esta conducta puede parecer excepcional, lo cierto es que es mucho más común de lo que se cree.
En 2023, un estudio de StandOut CV reveló que el 64% de los trabajadores en Estados Unidos admitió haber mentido en su currículum en algún momento de su carrera. Las cifras no se detienen ahí: el 80% confesó haber exagerado o distorsionado la información en sus cartas de presentación.Otro informe, publicado por Forbes ese mismo año, indicó que el 70% de los empleados había incluido al menos una falsedad deliberada en su historial laboral. Pero más allá del dato, me interesa detenerme en el porqué.
Una mentira que habla más del sistema que del individuo.
En muchos casos, lo que motiva la mentira no es la ambición, sino la desesperación: el intento de acceder a un sueldo o a un trabajo, sobre todo si el candidato carece de uno. Porque lo sabemos: en muchas industrias, un pequeño cambio en el cargo declarado en el CV puede traducirse en una diferencia salarial significativa.
No son pocas las empresas que, aun sabiendo esto, continúan presionando a los candidatos a destacar, sin preocuparse por la veracidad de lo que afirman. De hecho, uno de los primeros filtros en los procesos de selección es el análisis curricular, donde se eliminan a los postulantes con menos competencias aparentes. Y esto lo saben quiénes postulan: para al menos tener la posibilidad de llegar a la entrevista, modifican sus antecedentes.
¿Quién miente más? Una mirada de género.
A nivel estadístico, no existe una diferencia significativa entre hombres y mujeres a la hora de distorsionar la información en sus CVs. Un estudio de 2024, realizado por Ze’ev Shtudiner y Arthur Fishman, que analizó decenas de procesos de contratación reales, demostró que ambos géneros presentan un comportamiento similar en cuanto a la probabilidad de mentir. Sin embargo, los motivos pueden diferir.
Algunas investigaciones sociológicas sugieren que las mujeres tienden a “inflar” menos su experiencia debido al llamado “síndrome del impostor” y a la exigencia cultural de ser impecables. Los hombres, en cambio, asumen más riesgos al exagerar competencias, especialmente en posiciones de liderazgo. No se trata de culpabilizar a nadie, sino de entender que los condicionamientos sociales también influyen en cómo las personas se presentan laboralmente.
Las consecuencias no siempre son visibles… al principio.
Uno de los principales problemas de estas falsedades es que muchas veces no se detectan a tiempo. La persona logra ingresar a la empresa, pero pronto surgen inconsistencias: tareas que no puede realizar, conceptos que no domina, equipos que no sabe liderar. El daño no solo es económico —una mala contratación puede costar hasta el 30% del salario anual del cargo, según el Departamento de Trabajo de EE. UU.—, sino también cultural: se erosiona la confianza dentro de los equipos y se pone en riesgo el clima organizacional.
Como profesional del área, no puedo dejar de preguntarme: ¿cuántas de estas mentiras podrían evitarse si las empresas ofrecieran condiciones más claras, procesos más expeditos y herramientas para verificar la información sin prejuicios ni excesos de burocracia?
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